En 1982, tras años de crédito barato hacia Latinoamérica, México no puede pagar sus deudas y eso provoca una crisis fuerte en la región que afecta sobre todo a la banca norteamericana. No es muy diferente a la burbuja de crédito que ocurrió en el sur de Europa tras el ingreso en el Euro. Lo que rápido viene, si no se sabe gestionar, puede provocar muchos problemas. He citado el ejemplo mejicano porque no se aprendió de él y en 1997 Tailandia –un país con una evidente debilidad institucional, con mecanismos de seguridad nacionales imperfectos y una banca muy débil- permitió a sus empresas tomar créditos de bancos extranjeros. Con una moneda artificialmente alta (1 baht=1 dólar) la crisis no se hizo esperar ya que pronto se agotaron los $ para cubrir las ventas de bahts. Nadie actuó, era una pequeña economía, fuera del área de influencia de las grandes potencias financieras, “el mercado se autorregulará” pensaron; pero el contagio se extendió a Malasia, Indonesia… países más grandes y más poblados. Y a finales de 1997 había legado a la floreciente Corea del Sur, undécima economía mundial. Bancos japoneses, europeos y norteamericanos empezaron a tener muchos problemas. El contagio sale de Asia, provoca el impago de la deuda externa de Rusia y acaba afectando a todas las economías en vías de desarrollo y por lo tanto también a las desarrolladas.
Esta crisis abrió los ojos a muchos que vieron que hacían falta crear reglas para el libre mercado porque su poder era tan grande e imprevisible y tan peligroso debido a la globalización, que se necesitan amortiguadores contra los riesgos. Al final el FMI –imponiendo medidas contra corrupción, recorte del gasto público y mayores tipos de interés a cambio de créditos- pudo salvar a Brasil, entonces la octava economía del mundo, a finales de 1998 y a partir de ese momento el contagio se calmó pero fue una gran advertencia.
Ahora toca ir hacia atrás hasta 1994. Es el año en que un equipo de mentes brillantes de Wall Street funda el Long-Term Capital Management (LTCM). Un fondo que prometía revolucionar la inversión mediante modelos cuantitativos avanzados. Durante sus primeros años, el fondo generó retornos espectaculares, atrayendo miles de millones de dólares de inversores de élite. LTCM fue creado por John Meriwether, un legendario trader de bonos en Salomon Brothers, quien había dirigido el equipo de arbitraje fijo más exitoso de la historia de la firma. Junto a él se unieron figuras como Myron Scholes y Robert Merton, ganadores del Premio Nobel de Economía en 1997 por su trabajo en la teoría de precios de opciones, que revolucionó la valoración de derivados financieros. El fondo se lanzó con una inversión inicial de 1.250 millones de dólares de 80 inversores institucionales, cada uno aportando al menos 10 millones. La promesa era simple: usar modelos matemáticos para explotar ineficiencias minúsculas en los mercados globales de bonos y derivados, apostando a que las discrepancias de precios convergerían con el tiempo.
El nombre "Long-Term" reflejaba su filosofía: el capital paciente de los accionistas toleraría fluctuaciones a corto plazo, mientras los modelos garantizaban ganancias a largo plazo. LTCM operaba como un hedge fund de arbitraje relativo, enfocándose en convergencias de precios entre activos similares. Por ejemplo, compraban bonos del Tesoro a largo plazo "baratos" y vendían en corto los "caros", esperando que los spreads se estrecharan. Sus modelos, basados en datos históricos y ecuaciones como la de Black-Scholes-Merton, predecían riesgos con precisión quirúrgica. El fondo diversificaba en miles de posiciones globales: bonos soberanos, swaps de divisas, futuros en bolsas mundiales y opciones en mercados emergentes.
Los primeros años fueron un sueño. En 1994, LTCM ganó 28% mientras otros fondos de bonos perdían dinero. Para 1997, el fondo gestionaba 7.000 millones de dólares y era el hedge fund más grande de EE.UU. Sus socios cobraron cientos de millones en bonus, y el fondo se convirtió en un imán para bancos como Goldman Sachs y Merrill Lynch, que financiaban sus operaciones. La prensa lo apodó "el fondo infalible", y su éxito validaba la era de la finanza cuantitativa contra los instintos de los traders tradicionales. El secreto de sus retornos era el apalancamiento masivo. Con solo 4.800 millones de dólares en capital propio a inicios de 1998, LTCM había tomado prestados más de 125.000 millones y mantenido contratos de derivados con un valor nominal de más de 1 billón de dólares. Su ratio de apalancamiento superaba los 25:1
Cuando llega el impago de la deuda rusa que comentamos antes, en una sola semana el fondo perdió 1.800 millones de dólares —el 44% de su capital—. Para septiembre, las pérdidas alcanzaban 4.000 millones. Los spreads no convergían; al contrario, se disparaban debido a la liquidez evaporada. Los bancos exigieron llamadas de margen, forzando ventas masivas que solo empeoraban el caos. Un día, LTCM perdió 553 millones —15% de su capital restante—. Es el momento en el que el Long Term Capital dirigido por dos premios Nóbel que habían calculado probabilísticamente todas sus inversiones para no perder, estaba al borde de la quiebra. Con solo 500 millones en activos líquidos, el fondo estaba al borde del colapso, amenazando una "venta de pánico" que podría derrumbar mercados globales.
Si nadie movió fondos para salvar a Tailandia porque era pequeña y estaba lejos cuando hubiera sido bastante barato haber frenado el contagio posterior, cuando llegó a este fondo, consiguió poner de acuerdo a los banqueros de los EUA que, bajo el auspicio de la Fed de Greenspan, inyectaron miles de millones de capital privado para evitar su caída. Entonces se presumió mucho de esta solución que no costó nada a los contribuyentes. Un consorcio de 14 bancos y firmas de brokerage inyectaron 3.600 millones de dólares. Esto evitó una liquidación desordenada y permitió una salida gradual. El fondo se disolvió en 2000, devolviendo parte del capital a inversores, pero los socios perdieron fortunas personales.
Conclusiones obvias:
-Los modelos matemáticos no son infalibles
-Los apalancamientos excesivos son demasiado arriesgados
-Todo está relacionado y por tanto el riesgo sistémico puede venir de cualquier parte
Nada de lo anterior se aprendió por el mercado ya que si se hubiera hecho no habrían ocurrido las crisis de 2008 ni la de 2010 en la Eurozona. Hoy hay más trading algorítmico que nunca, los modelos cuantitativos y los spreads entre diferentes mercados, así como los apalancamientos en derivados, siguen estando a la orden del día. La lección que sacaron algunos es que los bancos centrales ya se ocuparán de que no caiga el sistema pero el sistema en sí sigue siendo inestable. De hecho, sin la liquidez de ellos ya se habría caído. Y el problema es que con su intervención estamos en una “burbuja de todo” que aumenta el riesgo de una crisis financiera global.